Esta selección que salió campeona, tiene un mensaje para el campo, el gobierno y la sociedad.

¡Qué alegría! ¡Qué orgullo! ¡Cuánto lo necesitábamos!

En estos días, escuché un periodista que planteaba cuál era la gran diferencia entre la selección de Scaloni, y las anteriores. Decía que, antes, el equipo esperaba que Messi los salvara. Que jugara para ellos y disimulara los errores que se cometieron en ataque, mediocampo y defensa.

En cambio, este es un equipo en el que todos juegan. Todos piden la pelota. Todos meten goles. Todos se hacen cargo. Y hasta los que entran desde el banco comparten el espíritu solidario y sacrificado de los titulares. Ahora, el equipo no vive de Messi, sino que juega con y para Messi.Y eso destrabó todo el potencial ganador del equipo.¡Y somos campeones del mundo!

Con todo esto, no puedo evitar pensar en nuestro país y en nuestra agroindustria. Hace solo un mes anunciaron otro Dólar Soja. Es frustrante ver cómo no hay nuevas ideas, creatividad e impulso emprendedor para resolver los problemas. Y sobre todo, frustra ver cómo, otra vez, cargan sobre las espaldas del campo la responsabilidad de sacar adelante a todo el país. ¡Qué mensaje le dio la Selección a la economía argentina! Ojalá cada vez más dirigentes lo entiendan. Lo voy a explicar.

Sobre la medida del Dólar Soja II

Para empezar, cuando salió la norma me dolió ver la marca registrada de nuestra política económica reflejada en el primer artículo: “(…) de manera extraordinaria y transitoria (…)”. En fin. Ya dijimos muchas veces el rol que las expectativas y la improvisación tienen sobre la producción. Además de la sequía histórica y de la imposibilidad de importar tecnología, hay otro frente de tormenta: la imprevisibilidad en los precios.

Más allá de todo lo que ya sabemos que esto generará, como inflación y falta de dólares el año que viene, conceptualmente, insistir con esta medida empieza a ser muy peligroso para el sector y para todo el país por otras razones. Frente a esta medida, anticipo 3 problemas concretos si, como hacemos en el campo, pensamos en el largo plazo.

El primero es tranqueras adentro. Como la rana en la olla, corremos el riesgo de empezar a acostumbrarnos a vender sólo en las ventanas de tiempo que el gobierno lo vea conveniente. Relanzar la Junta Nacional de Granos sería torpe. Con este mecanismo, el gobierno evita el conflicto político y logra más o menos el mismo objetivo. Se lleva el beneficio y no asume ningún costo. Inteligente.

Ahora, el segundo problema se lo está generando el propio gobierno a sí mismo. Claro, ahora van a conseguir las liquidaciones que pretenden. Pero, ¿qué va a pasar en enero? ¿Y en febrero? ¿Y el resto del año? Es probable que la liquidación paulatina y constante de divisas a las que nuestro país está acostumbrado se reemplace con ventas masivas, pero esporádicas, a la espera de la “autorización oficial”, que sólo llegará después de graves conflictos y negociaciones con los productores. Va a empezar un ciclo de mercado con parálisis total por meses, seguidos de breves frenesís exportadores.

Y por último, toda esta situación atenta contra la confianza de la sociedad con nuestro sector. Se refuerza la idea de los productores que “especulan” (palabra ridículamente demonizada), y que tienen en sus campos los recursos que pueden salvar a la Argentina de un cataclismo pero, como son egoístas, no quieren entregarlos. Guardan dólares que serían “de todos” en silobolsas y “no se solidarizan con sus compatriotas”. Esto agrava la conflictividad social y destruye la confianza, que es el principal lubricante de la economía. Es como cuando se decía de Messi: “La rompe en Barcelona pero con la camiseta de Argentina no hace nada”.

Y tras cartón, la diferencia de retenciones entre el poroto (33%) y sus derivados (31%) es solo una muestra más del desconocimiento que se tiene sobre el valor que se crea y la tecnología que implica producir en Argentina. Y además alimenta la grieta entre productores y exportadores, dos sectores que se necesitan y que, en otros países, tienen una relación armónica y virtuosa.

¿Qué tiene que pasar?

¿Queremos ser potencia? Eso va a pasar cuando entendamos que no nos podemos colgar de un solo sector y esperar que nos salve. Como la selección hizo el click de no depender solo de Messi, Argentina no puede depender solo del campo. Y, ojo, hoy le pasa a nuestro sector, pero también le podría pasar a la industria del conocimiento y la minería, otros sectores muy dinámicos y tremendamente superavitarios en términos de divisas.

Necesitamos que el gobierno entienda que tiene que jugar el partido con nosotros, que no nos mire con desconfianza y que no quiera apoyar su incapacidad sobre nuestros hombros, esperando salvarse de milagro en la última jugada. Ojalá, como la selección, podamos aramar un gran equipo. ¡Vamos Messi! ¡Vamos Argentina!